(Text in English, below)

Orlando Zapata Tamayo, el albañil que al morir tras 85 días de huelga de hambre ha puesto al gobierno cubano en uno de los mayores aprietos de los últimos años, tiene en su haber una larga trayectoria de encontronazos con los tribunales cubanos. Después de nueve juicios sumarios, las condenas que obtuvo llegaron a sumar más de 57 años de cárcel, según explica su madre, Reina Luisa Tamayo Danger, miembro de la asociación Damas de Blanco. En el momento de su muerte, Zapata Tamayo cumplía una nueva condena "consolidada" de 25 años, sin incluir los siete que ya llevaba en prisión.

En 2002, Zapata Tamayo cayó preso después de ser detenido por una acusación de supuesto "desacato". En 2003, su participación en un ayuno por los presos políticos junto con Martha Beatriz Roque y otros opositores le costó un arresto en el marco de la ola represiva de la Primavera Negra y, posteriormente, fue internado en la prisión de Kilo 8, en Camagüey.

A lo largo de todo este tiempo en prisión, Zapata Tamayo se caracterizó por una actitud tenaz en la reivindicación de sus derechos como preso de conciencia -reconocido por Amnistía Internacional en 2004- y retadora frente a las autoridades penitenciarias. Todo ello provocó que, progresivamente, se le aplicaran medidas carcelarias cada vez más duras. Su madre ha denunciado insistentemente todos los atropellos, como por ejemplo, que durante el ayuno que acabó con su vida se le impidió tomar agua durante varios días, lo que acabó provocándole un fallo renal.

Pero los maltratos al disidente se remontan tiempo atrás. En 2008, tuvo que ser intervenido con carácter de urgencia de un hematoma cerebral producto de una golpiza que le propinaron en la cárcel. Sin que se hubiese cumplido ni tan siquiera un año de esta operación, Zapata Tamayo fue objetivo de nuevas golpizas. Su madre habla de tres palizas, que dejaron como prueba los pullovers con los que Zapata se secaba las heridas y en donde dejó escrito su testamento: "Mi sangre al servicio de la libertad y de la democracia de once millones de cubanos que, al tratar de expresarse, por miedo se hacen más encarcelados de lo que están".

Ante las condiciones de su internamiento y exigiendo un trato digno empezó una huelga de hambre entre el 2 y 3 de diciembre del 2009. Como es habitual en el caso de muchos presos que se declaran en huelga de hambre en Cuba, fue confinado a un calabozo. En fecha indeterminada Zapata Tamayo desapareció y su caso fue obteniendo eco en el exterior de la Isla, hasta que se supo que había sido trasladado al Hospital de Camagüey, donde le administraron líquidos por vía intravenosa en contra de su voluntad. El 16 de febrero su estado empeoró y fue trasladado al hospital de la cárcel de Combinado del Este, en La Habana, donde su situación no mejoró.

Horas antes de morir fue trasladado al Hospital Hermanos Ameijeiras, en la capital, donde finalmente falleció. Fue enterrado en Banes el día 25 de febrero en medio de un despliegue policial formado por 1.000 agentes y militares con el objetivo de evitar una concentración de opositores en la localidad. Una ola de rechazo contra el régimen de Raúl Castro se levantó en todo el mundo.

**

Orlando Zapata Tamayo, the plumber whose death after a hunger strike that lasted 85 days has put the Cuban government in one of the most difficult spots in the last few years, had a long trajectory of bouts with Cuban tribunals. After nine summary judgments, his sentences accumulated more than 57 years in prison, according to his mother, Reina Luisa Tamayo Danger, a member of the Ladies in White, a group of women who are asking the Cuban government to release their unjustly incarcerated husbands, children, brothers and nephews. At the moment of his death, Zapata Tamayo was serving a new, “consolidated” sentence of 25 years, not including the seven years he had already spent in prison.

In 2002, Zapata Tamayo was jailed after having been arrested accused of “disrespect.” In 2003, his participation in a fast for the rights of the Cuban political prisoners, alongside Martha Beatriz Roque Cabello and other members of the opposition, lead to his been arrested around the days of the repressive raid of the Cuban Black Spring and, subsequently, he was taken to the prison “Kilo 8,” in Camagüey.

Throughout this time in prison, Zapata Tamayo maintained a tenacious attitude against the authorities of the penitentiary regarding the recognition by the regime of his rights as prisoner of conscience —recognized as such by Amnesty International in 2004. His mother has denounced insistently all the abuses he has been subjected to, including, for instance, the fact that during the hunger strike that ended his life, he was denied water for several days, which lead to kidney failure.

But the abuses against this dissident go way back. In 2008, he had an emergency surgery because of a brain hematoma that was the product of a beating from the prison guards. Not even a full year had passed after this surgery when Zapata Tamayo was beaten again. His mother mentions three new beatings that left as the evidence the t-shirts with which Zapata was drying his wounds and where he wrote his testament: “[Here is] my blood to the service of freedom and democracy for the eleven million Cubans who, when trying to express themselves, because of their fear, they become more incarcerated than they already are.

In the face of the conditions of his incarceration and demanding a dignified treatment, he started a hunger strike between December 2nd and 3rd, 2009. As it is usual in Cuba when prisoners declared themselves in a hunger strike, he was taken to solitary confinement. At an undetermined date, Zapata Tamayo disappeared and his case started echoing outside the island, until it was known that he had been taken to the Hospital of Camagüey, where he was given liquids intravenously against his will. On February 16th, 2010, his condition worsened and he was taken to the hospital of the prison “Combinado del Este,” in Havana, where his condition did not improve.

Hours before dying, Zapata Tamayo was taken to Hospital Hermanos Ameijeiras, in Havana, where he died. He was buried in Banes—in the eastern part of the country—in the midst of a military deployment that involved 1,000 agents and soldiers whose objective was to prevent a gathering of dissidents in the whereabouts of his funeral. A wave of repulsion against the regime of the Castro brothers followed his death.

por la libertad de los presos políticos cubanos
| Share