Los hermanos Castro saben que su tiranía es ilegítima. La revolución contra Fulgencio Batista triunfó gracias al deseo de los cubanos de reinstaurar la democracia. Sólo después —mediante la violencia y la traición— lograron los Castro, con ayuda de los comunistas, alcanzar eso que tanto anhelaban: El poder absoluto e imperecedero. El castrismo se negaría sí mismo si reconociera a la oposición. Al mismo tiempo, toda oposición al castrismo tiene que ser, necesariamente, ilegítima. La legitimación de un gobierno espurio es prueba de bastardía.

Para los presos políticos en Cuba: No están solos, ya quedaron atrás los años en que nadie escuchaba, hoy el mundo escucha y clama por la liberación de cada uno de ellos.

Para el pueblo cubano: El exilio no es odio. El exilio es amor. Los exiliados trabajan como esclavos para mantener dos economías, la propia y la del castrismo. Los exiliados, como la madre verdadera en la historia del Rey Salomón, prefieren dejar a los suyos en manos malvadas antes que verlos sufrir.

Para la tiranía de los hermanos Castro: ¡Asesinos!

Para el mundo: ¡Basta ya!

César Reynel Aguilera, escritor cubano residente en Canada

por la libertad de los presos políticos cubanos
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