Para llegar a la reducida y estrecha casa de Fariñas, usted tiene que caminar por un dédalo de pasillos donde su antojo corren las aguas albañales. En una vivienda de principio del siglo 20 reside Guillermo Fariñas, con su esposa, su hija de 8 años y una sobrina. En una sala de tres metros por tres, sentado en un sillón pegado a la pared y de frente a la puerta de entrada está sentado Fariñas, envuelto en una colcha floreada.

Cerca de quince personas, allegados y opositores charlan con él de disimiles asuntos. Algunos se emocionan y rompen en un llanto silencioso. “Eso me afecta más a mí, por favor, hay que ser fuerte”, dice el ‘Coco’ sin solemnidad… (el resto: aquí)

(Fuente: Desde La Habana)

por la libertad de los presos políticos cubanos
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