En una misma semana, el presidente Zapatero ha recibido con los brazos abiertos al primer ex-carcelado de Guantánamo y se abstuvo de condenar la muerte del disidente cubano Orlando Zapata, bajo la propia cúpula de los Derechos Humanos de Ginebra. No me vale que un día más tarde sí haya exigido la liberación de presos de conciencia en Cuba, porque una cosa es hacerlo dentro de España y otra muy distinta en Naciones Unidas y como presidente de turno de la Unión Europea. ¿Por qué en Nueva York sí tuvo el valor de condenar la existencia de Guantánamo? Estoy persuadido de que lo hizo para quedar bien con el candidato Obama, y no porque creyera en los derechos humanos.
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También yo estoy contra la cárcel de Guantánamo, pero Guantánamo no es la excepción dentro de Cuba, porque la dinastía castrista ha convertido a toda la isla en una inmensa prisión, donde los sicarios y carceleros torturan igual o peor que en Guantánamo. De hecho, la dinastía castrista no se limita a torturar a los presos, sino que extiende su acoso a los parientes, amigos y compañeros de trabajo. Qué patético resulta hablar de «los» Castro, como una dinastía más de sátrapas centroamericanos, al estilo de los Somoza y los Duvalier.
Fernando Iwasaki, escritor peruano
(Fuente: Diario ABC, España)
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