(...) El problema con la inflexibilidad, el empecinamiento y la intransigencia es que cierra todas las vías posibles de acuerdo a la vez que cancela toda expectativa de diálogo y reconciliación entre cubanos. El gobierno que considera inadmisible la articulación de cualquier forma de organización cívica o política al margen del Estado, estigmatiza a quienes disienten calificándolos de mercenarios o anticubanos y los envía a prisión, invalida, de hecho, todo diálogo. A estas alturas de la historia cubana la única intransigencia que cabe combatir es la que practican los jerarcas de La Habana. La intransigencia que acaba de cobrarse la vida de Orlando Tamayo Zapata, un preso político cubano de 42 años, tras 85 días en huelga de hambre tan firme como devastadora.

El problema es que nada parece augurar el fin del régimen que los cubanos padecen ya por más de medio siglo. La presión desde el exterior, aunque estéril, ha tendido a remitir en los últimos años. La posibilidad de una solución impulsada por uno o varios agentes de la política internacional, sea a través de un embargo multinacional efectivo o una intervención militar, está descartada. La eventualidad de que se produzca una sublevación masiva interna parece harto improbable. El otrora esperanzador No Castro, no problem --la llamada ``solución biológica''-- sirve ya de consuelo apenas a unos pocos.

Esos son algunos de los problemas. La tragedia es que Cuba entierra hoy a uno más de sus hijos. A la última víctima de la cruel demencia del castrismo.

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(Fuente: el artículo completo en El Nuevo Herald)

por la libertad de los presos políticos cubanos
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