La muerte inducida de Orlando Zapata es un ejemplo, uno más, de la inhumanidad de un régimen cuya prioridad es la preservación del poder. Por eso siguen muriendo presos políticos en las cárceles cubanas (Zapata no es el primero y probablemente no será el último), y por eso el castrismo se niega a reconocer a la oposición interna: Sabe que, a la larga, sólo puede continuar en el gobierno vendiendo la ficción de que es la única opción legítima en Cuba. A estas alturas, el liderazgo castrista carga demasiadas muertes como para aceptar que en una futura Cuba democrática sus crímenes sean aireados a la luz pública.

A la comunidad internacional: El silencio cómplice, la diplomacia solidaria con los represores, constituyen formas de legitimar el terrorismo de Estado en Cuba. No siente a su mesa a gente con las manos manchadas de sangre.

Armando Añel, escritor y periodista cubano residente en Miami

por la libertad de los presos políticos cubanos
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