Pregunta. ¿Qué objetivos persigue con esta huelga?

Respuesta. Lo primero, que el Gobierno pague un alto costo político por el asesinato de Orlando Zapata Tamayo. En segundo lugar, si las autoridades no son crueles e inhumanas, que liberen de inmediato a los presos políticos que están enfermos y pronto pudieran convertirse en otros Zapata. El tercer objetivo es, si muero, que el mundo se percate de que el Gobierno deja morir a sus opositores y que lo que le ocurrió con Orlando no es un caso aislado.

P. Pero ¿cuál es su petición concreta?

R. Que el Gobierno libere a esos 26 presos políticos que están enfermos, y que hasta los propios servicios médicos del Ministerio del Interior consideran que deben ser puestos en libertad, pues no van a sobrevivir en prisión.

P. ¿Y si no los excarcelan?

R. Seguiré hasta las últimas consecuencias...

P. ¿Usted quiere morirse?

R. (Silencio)... Sí, me quiero morir. Ya es hora de que el mundo se percate de que este Gobierno es cruel, y hay momentos en la historia de los países en que tiene que haber mártires...

P. ¿Usted quiere convertirse en mártir conscientemente?

R. Hasta los psicólogos del Ministerio del Interior dicen que es mi perfil: yo tengo alta vocación de mártir... Orlando Zapata fue el primer eslabón en la intensificación de la lucha por la libertad de Cuba. Yo fui el que agarré el bastón de su relevo, y cuando yo me muera otro lo va a tomar.

P. ¿Está seguro? ¿Cree que esto va a suponer un revulsivo para un cambio en su país?

R. Yo soy pesimista. Pienso que el Gobierno no va a cambiar. No tengo esperanza. El Gobierno cubano está aferrado, está en un momento muy difícil, y no van a cambiar hasta que estemos 50 opositores en huelga de hambre, eso sí sería un problema a nivel de toda la sociedad.

P. Su padre combatió con el Che Guevara en Congo. Su madre siempre fue revolucionaria. Usted mismo fue militar y estudió en la Unión Soviética ¿Cómo llegó a la disidencia?

R. Fue un proceso largo. El primer desencuentro fueron los sucesos de la Embajada de Perú, en 1980. A mí me tocó mantener el orden. Eran decenas de miles de personas que se querían marchar. En la URSS me di cuenta de muchas perversiones de aquel régimen al que en teoría nos debíamos parecer. En 1989, con el fusilamiento de Ochoa, rompí del todo. Desde entonces no me he callado y no me voy a callar hasta que muera.

P. ¿Qué pasará ahora?

R. Yo ya me siento muy débil, tengo dolores de cabeza y me empiezo a deshidratar. Llegará un momento en que colapsaré y perderé la conciencia. Entonces mi familia decidirá [la madre y la esposa dicen que en ese momento lo ingresarán en el hospital y lo alimentaran por vía parenteral].

P. Y cuando despierte en el hospital...

R. Si me ponen en un cubículo cerrado, donde no pueda recibir visitas de mis hermanos de lucha, pediré que me retiren la alimentación parenteral. Si me ponen en un lugar en que pueda recibir la visita de mis compañeros, aunque sea a través de los cristales, en la sala de terapia intensiva, durante los horarios reglamentarios de visita, permitiré la alimentación parenteral, aunque no voy a comer ni beber. En ese caso puedo vivir hasta que Dios quiera.

P. ¿Qué cree que piensa de esto su mujer, su hija, su madre?

R. Bueno, cuando tomé la decisión de entrar en huelga de hambre mi madre estuvo 16 horas sin hablarme. Ahora, aunque se oponen, respetan mi decisión. Pero yo les digo que para hacer patria la familia tiene que sufrir. Supongo que la madre de Martí haya sufrido, y también la de Antonio Maceo [dos próceres de la independencia de Cuba].


(Fuente: Mauricio Vicent, El País)

por la libertad de los presos políticos cubanos
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