Fariñas, acuérdense de ese hombre. Acuérdense de ese nombre. Guillermo Fariñas. Acuérdense de otro hombre, de otro nombre que era el de Orlando Zapata. Dos hombres unidos en la dignidad y el coraje, en su respeto a sí mismos. Sólo los separa un hecho tan simple que es que uno está aun vivo y el otro muerto. Por Zapata ya sólo podemos hacer luto y mostrar nuestra ira. No olvidarle jamás y tenerlo presente como una carga más contra el régimen criminal de La Habana. Por el otro, por Fariñas, sí se pueden hacer cosas. Para salvarle la vida. Para evitar que se convierta en la enésima víctima de esa tropa totalitaria que es el régimen cubano y sus cómplices por aquí, allá y acullá. Si muere Fariñas yo tengo muy claro hacia donde dirigiré mi ira, mi indignación sin límites y mi desprecio. Hacia el régimen de los Castro por supuesto. Hacia toda esa banda de miserables que han hecho de la sociedad más próspera de nuestra América hispana una cárcel de indigentes. Que han convertido un país de inmensas posibilidades en una cochambre de hambre, precariedad, dolor y miedo.
Pero también les aseguro que, si muere Fariñas, verteré todo ese mismo desprecio sobre los gobernantes de nuestro país, un Gobierno legítimamente elegido. Pero que ha demostrado ser igual de despreciable en su trato hacia los hombres y las mujeres que en Cuba, nuestra joya de la corona, defienden los principios de la libertad y la dignidad.
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