¿Cómo poner en palabras mis emociones al recibir las primeras fotos de Orlando Zapata Tamayo, con esos ojos grandes suyos abiertos de par en par y una expresión en el rostro de una desnudez y una determinación ilimitadas? Para mí fue como si toda la palabrería rimbombante y hueca de la épica oficial del Estado cubano de una vez por todas se hubiera retirado, marea sucia al fin, dejando finalmente al descubierto la verdad terrible de una maquinaria burocrática ciega y estúpida, pero no por ello menos criminal y dañina, ensañándose con el cuerpo desprotegido de uno de sus ciudadanos. Un cuerpo que, para mas señas, es el de un albañil pobre y negro sin otra arma con la que resistir la ignominia oficial, esa falta completa de escrúpulos a la hora de dejar morir a la gente, que la decisión inquebrantable, lucida y valiente de simplemente dejarse morir. Ese pareciera ser el precio terrible que la lucha por la libertad exige en la Cuba de hoy, tal como lo sugiere el ejemplo de otro huelguista de hambre que nos llega con la prensa de estos últimos días. Después de tanta refriega heroica ¿son, entonces, estos cuerpos exangües los únicos enemigos con los que, hoy por hoy, realmente cuenta la "Gloriosa Revolución Cubana"?, ¿es éste, entonces, el final tristísimo de un ciclo revolucionario que durante años mantuvo en vilo a las juventudes de Latinoamérica? Durante mucho tiempo, después de haber perdido ya todas la ilusiones sobre las supuestas bondades de la revolución, me seguía diciendo que, al menos, algo que nadie le podía quitar al Estado cubano era su decisión de enfrentar la herencia de racismo en la isla, mejorando la situación social y económica de los ciudadanos de color en Cuba. El espectáculo desolador y tristísimo de Orlando Zapata Tamayo finalmente ha disipado esta última ilusión. Lástima que los dirigentes de Latinoamérica no parecieran dispuestos a acoger este ejemplo en todo lo que el mismo tiene de aleccionador, empeñándose, por el contrario, y seguramente por motivos más o menos inconfesables, en repetir los argumentos obscenos de la retórica oficial cubana con una vehemencia que, realmente, es digna de mejor causa.
Rafael Sánchez, escritor y académico venezolano, es profesor de New York University.
Foto: Guillermo Fariñas, en sucesivas huelgas de hambres.

por la libertad de los presos políticos cubanos
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