Willy Toledo ha denunciado recientemente el linchamiento mediático al que ha sido sometido por afirmar que Orlando Zapata, fallecido en una cárcel cubana tras permanecer más de 80 días en huelga de hambre, "era un delincuente común"; lo que diferenciaría su caso del de Aminatu Haidar, la activista saharaui que también afrontó una larga protesta sin ingerir alimentos, ante la negativa marroquí a dejarle regresar a su país.

Aunque sea de forma indirecta, la polémica surgida en torno al actor madrileño ha puesto sobre la mesa la cuestión de si toda persona dispuesta a realizar una huelga de hambre debe merecer un elemental respeto, con independencia de los motivos que le impulsen a ello. ¿Es más importante que un preso político muera por no alimentarse a que lo haga un "delincuente común"? ¿Y si el difunto es un pederasta, un violador o un sanguinario terrorista? ¿Está entonces justificado que se le permita agonizar de inanición?

(Fuente: El País)

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