El escritor y bloguero Jorge Ferrer emplea el post de hoy en 'El tono de la voz' a analizar el debate que sobre la situación en Cuba dedicó '59 segundos', un programa de TVE. Como suele hacer en ocasiones críticas, la Embajada cubana en Madrid escondió la cabeza como el avestruz y declinó la invitación para participar en el panel. En su lugar, se trajo desde La Habana a Enrique Ubieta, tristemente célebre por las dos versiones del artículo publicado en Cubadebate y en Granma a propósito de la muete de Orlando Zapata Tamayo, quien, a juicio de Ubieta, murió por la manipulación de la que fue víctima.

La última escaramuza de eso que en La Habana llaman «guerra mediática contra Cuba» ha tenido lugar esta noche en Televisión española.

Y ha sido escaramuza peculiar, porque significó el trasvase, el escandaloso trasvase, de un tertuliano del programa de la televisión castrista, Mesa redonda, a otro de Televisión española, 59 segundos…

(...)

Se trata, ni más ni menos, de hecho hasta ahora inédito: el régimen de La Habana envía a una suerte de embajador de la mentira y la televisión pública de un país democrático le presta gustosa sus micrófonos. Los mismos que utilizó en breves cápsulas de «cincuenta y nueve segundos» para jalear una dictadura y mofarse de luchadores por el establecimiento de un régimen democrático.


(Lee el artículo íntegro en El tono de la voz)

por la libertad de los presos políticos cubanos
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1 Comentario:

  1. Anónimo dijo...

    Enrique Ubieta Gómez es más bruto de lo que yo pensaba. Realmente, ante sus escritos en Granma y en su blog, que no vi más que una vez, creía que era alguien que no le quedaba más remedio que jugar un papel. Pero nunca me imaginé que tuviera una escasez de neuronas, que estuviera necesitado de substancia gris, que, a pesar de que no es un oligofrénico, no fuera un hombre medianamente inteligente. Luego de su presentación, penosa no sólo por lo que defiende, sino por su intelecto, he sentido una profunda pena por él. Ubieta Gómez simplemente es aquello que los cubanos llamamos con el aparatoso nombre de socotroco. Su cerebro no le da para más, por eso defiende lo indefendible. Pero él no va a cambiar necesita, más que testosterona, nuevas neuronas. Y hasta la fecha, los injertos de cerebro no se han inventado. Por eso no lucho contra él. Sólo me cabe decir: ¡Pobrecito socotroco!