"Orlando Zapata es el símbolo liberador de una generación que no ha tenido siquiera el derecho a equivocarse"
publicado el martes, abril 27, 2010Geandy Pavón (Las Tunas, Cuba, 1974) es el autor de la performance Némesis que, días después de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, tatuó el rostro del disidente en la fachada de la misión cubana en Nueva York. Hace escasos días, Geandy trajo su performance a Barcelona y proyectó la misma imagen sobre la fachada del consulado cubano en el céntrico Passeig de Gràcia.
Desde 1996 reside en Nueva York. Entre sus últimas exposiciones en solitario destacan Idolatry: The Aesthetics of the Iconoclast, en la Milk Gallery de NuevaYork; Iconoclasia y Barroco, en DOT Fifty One Gallery de Miami, o De libros y de pliegues, en la Casa Hispánica (Columbia University). En muestras colectiva destaca la participación en la muestra Expresiones/Expressions: Caribbean and Latin American Art de la Benjamin Ortiz Collection, en el Lyman Allyn Art Museum de New London.
En esta ciber/entrevista Geandy, con quien comparto el honor de trabajar con el equipo de la campaña OZT: Yo acuso al Gobierno cubano, responde algunas cuestiones acerca de Némesis, la polícia, el arte y Cuba.
—No té preguntaré lo que te motivó tu performance con el rostro de OZT, pero sí me gustaría que me comentaras los objetivos principales de la acción.
—Primero he de confesar que antes de este proyecto, siempre había trabajado la imagen, desde su negatividad, es decir, la imagen como ilusión, como cáscara y a veces hasta como engaño, en otras palabras, para mí una imagen, no explicaba, sino complicaba cualquier intento de articular el mundo. ¿Que sucedió con ‘Némesis’? Invertí la idea, o sea, la imagen, para devolverla a su estado positivo, a su estado de revelación, convertirla literalmente en un haz de luz. La luz como analogía de la verdad. Es paradójico, porque Némesis, la deidad griega, según Hesíodo, había, (siendo luz) nacido de la oscuridad para volverse contra la oscuridad misma, dejando así al descubierto, la fealdad que esconden las tinieblas. El objetivo principal de esta obra, es desenmascarar con una cara al asesino, tatuar en su rostro el rostro de la víctima.
—Tiene la política y la denuncia presencia en tu obra en general?
—Antes de esta obra no, la política siempre me pareció que ocupaba demasiado espacio como para cederle un terreno en el que yo especulaba sobre cosas que creía menos contingentes y más afortunadas. Dicho esto, mi problema con el totalitarismo en general y el totalitarismo cubano en particular, no es un problema estrictamente político, es primero un problema humano (ético) y luego un problema estético, porque es muy malo y por lo tanto muy feo.
—He leído que hasta el momento no habías tratado Cuba en tu trabajo. ¿Por qué?
—Al menos no de manera obvia, no desde la parafernalia habitual, pero esa extrañeza también es cubana, hay una tradición muy cubana que es la de alejarse un poco, la encontramos en Julian Del Casal por ejemplo o en el mismo Lezama Lima. Es lícito ser cubano mirando más allá del mar.
—Cada cual crea sobre lo que le da la gana, pero los artistas de un país sometido a una situación de violencia (del Estado contra el pueblo, aclaro) ¿no deberían demostrar un compromiso más firme con los desfavorecidos?
—Yo no creo como los pensadores románticos que el artista es un ente redentor, pero si creo que el buen artista, al menos cuando crea, debe ser libre, y la libertad en una situación como la que tú describes, siempre es un conflicto, siempre compromete. El arte no sale de la nada y sin pretender un análisis historicista de este ni mucho menos, creo que es el resultado de una dialéctica natural o forzada de los contextos donde aparece. Es inevitable el surgimiento de una estética anticastrista. Hasta el momento sólo había gestos críticos, siempre amparados en la metáfora y el doble sentido, eso ha cambiado. La nueva forma en que algunos artistas cubanos están montando su discurso, es una forma directa, sin espacio a la duda. Véanse por ejemplo a Los Aldeanos, Escuadrón Patriota, Porno para Ricardo o el performance de Tania Bruguera en la última Bienal de la Habana.
—¿El mundo de la cultura es un mundo de izquierdas y los artistas cubanos han tenido miedo a abordar cuestiones por los cuales los podrían haber tachado de derechas perdiendo oportunidades de proyección?
—No lo podría asegurar, pero sospecho que sí, que el mundo de los círculos de poder de la cultura, esta dominado en gran medida por la izquierda, pero eso en todo caso no demostraría más que una incapacidad de la derecha. En cuanto a los artistas cubanos hay un poco de todo. El pintor Agustin Fernandez moría en un exilio interminable, mientras Kcho recibía un abrazo del dictador. Carlos Varela se presenta en Miami y Gorki Aguila era detenido en Cuba. Siempre hay quien doble la cabeza y le apueste por mezquindad a lo intrascendente. Buena Fe, serán unos señores que vivieron en tiempos de Porno para Ricardo.
—No sé si es posible que hagamos un esfuerzo para analizar la foto de OZT. Parece una foto realizada para una identificación policial, pero podría ser para cualquier otro documento de identificación. ¿Has descubierto en qué situación fue realizada? ¿Qué proyecta?
—No parece que existan muchas fotografías de Orlando Zapata, sin dudas esta (la usada en el performance ‘Némesis’) es una tomada para documento de identificación. Hay otras dos, pero yo decidí utilizar esta, por su sobriedad, precisamente por ser una foto-documento, está depurada de cualquier gesto o accidente, es el rostro de alguien en concreto y aún siendo un documento para identificar, puede ser el rostro de cualquiera de nosotros. Esta es una fotografía hecha estrictamente para decantar e identificar a una persona sin lugar a confusión. El de la fotografía es Orlando y paradójicamente a su vez, por ser arquetipo, es todos.
—El rostro de OZT crees que pueda considerarse ya elevado a símbolo icónico de la disidencia y que pueda perdurar en el tiempo como seña de un punto de inflexión en la historia de Cuba?
—Orlando murió joven y bello, sus asesinos morirán decadentes y feos, el martirio de uno se traduce en gloria, el final de los otros simplemente en muerte. Orlando es el símbolo liberador de una generación que no ha tenido siquiera el derecho a equivocarse. No sé si hemos merecido su sacrificio, no sé si esa isla y sus gentes seamos dignos de El, de cualquier manera ya es un antes y un despúes.
(Publicada en el blog Punt de vista)