Por: Jorge Castañeda
Uno de los peores negocios del mundo a lo largo del último medio siglo ha sido apostarle al fin de régimen de la llamada revolución cubana. El número de libros, ensayos, artículos, declaraciones y resoluciones vaticinando la caída de Fidel Castro es casi infinito, superado sólo por la cantidad de errores de información y de análisis a los que debemos tanta frustración para quienes el cambio de fondo o el fin del régimen constituía un deseo inocultado. Recuerdo una columna que publiqué en este diario y en la revista Newsweek en 1990, titulada El viejo y la isla, casi suplicándole al "caballo" que se fuera; tal vez nos entierre a todos.
Pero a pesar de los antecedentes negativos, y de la enorme carga de los yerros pasados, es posible que la dictadura tropical empiece a escuchar por primera vez pasos en la azotea. La conjunción de tres factores justifica una nueva aventura analítica: tal vez esta ocasión sea la buena (o la mala, según para quien).
El primer elemento nuevo, o en todo caso ausente desde el "Período especial" en 1994, es una crisis económica feroz, que ha introducido elementos de hambre y miseria en Cuba desconocidos desde aquella época. La caída del precio del níquel y del turismo el año pasado, el estancamiento de las remesas procedentes de Miami y los huracanes en tiempos recientes han paralizado la actividad en la isla; los apagones, las terribles deficiencias del sistema de salud, la falta de alimentos producidos nacionalmente o importados principalmente desde Estados Unidos, la crisis de vivienda generalizada y la suspensión de pagos de Cuba a todos sus acreedores -amigos o adversarios- desde enero del 2009, pintan un panorama desolador.
El subsidio venezolano resulta a la vez indispensable e insuficiente: las privaciones y las dificultades de la vida cotidiana alcanzan un grado inusitado, incluso para un pueblo acostumbrado a sufrir. Y ya no es tan fácil echarle la culpa al "imperio": no es lo mismo George Bush o Ronald Reagan que Barack Obama, cuya popularidad entre el cubano de a pie parece ser descomunal. Como lo han señalado muchos autores, una crisis económica más, por sí sola, no va a derrocar a los Castro. Pero junto con los factores siguientes, tal vez nos conduzca a territorios inexplorados.
En efecto, a pesar de su carácter lógicamente minoritario y aislado, tanto el movimiento de los huelguistas de hambre como el de las Damas de Blanco han generado un elemento discordante y novedoso en la política cubana. La muerte de Orlando Zapata colocó al Gobierno a la defensiva, y canceló cualquier posibilidad de una normalización con la Unión Europea o con México, a pesar del vergonzoso cinismo de Lula, Calderón y Moratinos, y pospuso indefinidamente el acercamiento con Washington. La perseverancia de Guillermo Fariñas en su propia huelga de hambre, su rechazo a las invitaciones españolas, su creciente carácter de líder opositor articulado y centrado, además del claro altruismo de su causa (no es un preso político, pero suspendió el consumo de agua y alimentos para obtener la liberación de los que sí lo son) le dan un relieve interno y externo que pocos disidentes habían logrado.
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Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México, es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York y es una de las personalidades firmantes de la carta "YO ACUSO AL GOBIERNO CUBANO"
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Mucho me temo,que a diferencia de otros muchos rfegímenes comunistas,la dictadura de los hermanos castro se va a parecer en su periodo final a la de Franco,es decir por muerte natural.
kla única esperanza es que ahora Fidel está viviendo una novela que se podría llamar LA DICTADURA EN TIEMPOS DE INTERNET, es decir,la dictadura dentro de un escaparate que se ve desde fuera y donde se puede opinar,desde fuera,de lo que vemos dentro,como yo ahora mismo escribiendo aquí en el blog de Orlando Zapata Tamayo.
Eso no se pudo hacer en la época de Franco.
. Brisas de aurora me arrullan el timpano. Cuba ad infinitum. Paz!