¿Qué crees que sigue? —, pregunto a la bloguera Yoani Sánchez en un rincón de su departamento en La Habana.
—Lo que puede seguir es tremebundo o fantástico, es la gloria o el castigo…
Por estos días, además de la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, las calles de La Habana han visto insólitas marchas diarias de las esposas de los 75 opositores presos en 2003, todo durante una gran redada oficial que en el ambiente disidente se conoce como La primavera negra. Estas manifestaciones de Las damas de blanco han estado acompañadas del aumento de blogueros cubanos que, como Yoani Sánchez, cronican en internet los malestares cotidianos de un país que lleva ya más de 50 años siendo dirigido por los mismos hombres.
—¿Vendrá otra primavera negra?
—Eso o la represión a la blogósfera, lo cual es muy difícil porque ¿cómo tú vas a callar a una persona que se expresa en un mundo virtual? Eso es un poco difícil, pero lo pueden intentar. Yo le digo a la gente al respecto que bueno, en marzo de 2008 censuraron el acceso a mi blog, pero dos semanas después ya había encontrado el camino para saltarme ese bloqueo informático: les dicto los textos por teléfono a los amigos, los mando por correo electrónico, y mis amigos fuera de Cuba los pegan en el blog y el blog sigue vivo.
Un año y medio después estaba descubriendo el poder de twitter y estaba conectando mi móvil cubano a través del sms a la twitósfera internacional. Mañana mismo me quitan mi móvil, me lo confiscan y puedo pedirle a amigos que por favor transcriban lo que les dicto por teléfono. Entonces ¿cómo se silencia a un bloguero? Es un poco difícil. Hay un blog que se hace desde las prisiones de Cuba, donde seis presos de conciencia de la primavera negra de 2003 dictan, vía telefónica, desde sus respectivas prisiones…
—¿Cómo se llama?
—Voces tras las rejas. Está precisamente en el portal Voces cubanas. Los presos dictan posts que nosotros transcribimos y colgamos en internet. Metes a la cárcel a un hombre y puede seguir blogueando, ¿cómo es posible? Ya tienes que reducirlo a una condición que sería un verdadero escándalo, un escándalo internacional. Entonces estamos en un punto de inflexión, o viene la gran ola represiva o viene sencillamente el reconocimiento por parte del Estado de que no pueden parar. Viene el reconocimiento público de que ellos digan: “Está bien, la discrepancia está despenalizada”. Pero el problema es que ellos no pueden confesar eso, ni decirlo, porque el día que lo digan, la propia discrepancia los va a devorar…
—¿Qué pasaría si sucediera eso?
—Ellos tienen el control sobre el país, porque no permiten a otros hablar ni pronunciarse. El día que lo permitan tienen sus días y sus horas contadísimas. Mientras tanto, somos nosotros los que estamos al borde del castigo.
Entrevista hecha por Diego Osorno para Milenio Semanal el 12 de abril, 2010.
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