Julio Fowler pertenece a la nueva generación de cantautores cubanos. Está afincado en España desde hace 11 años. Su respuesta, a petición propia, ha sido tomada de una entrevista concedida a la revista Historias Latinas:
La muerte de Orlando Zapata es indignante y como a tanta gente me ha dejado profundamente consternado; por un lado ha puesto en evidencia —una vez más— la brutalidad del régimen, su naturaleza opresiva y totalitaria. Desde luego, esto no me sorprende, ya lo sabía pero con su muerte, el régimen le ha mostrado al mundo su rostro más sórdido y miserable, su insensibilidad, su falta de compasión hacia personas cuyo ¿delito? ha sido tener el coraje de disentir, de no comulgar con sus ideas. Es más miserable aún si recordamos la “solidaridad” de aquel con la huelga de hambre de los presos republicanos irlandeses en 1981 y la explícita condena de Castro al gobierno de Margaret Thatcher cuyas palabras quedaron esculpidas en una lápida del Vedado que dice: '¡Tiemblen los tiranos ante hombres que son capaces de morir por sus ideas tras 60 días en huelga de hambre…!'.
No sé si estas palabras están rebotando ahora mismo en sus oídos o resonando como campana en su conciencia, lo más seguro es que no.
Lo que sí queda claro es que la actitud del régimen frente a los derechos humanos es pura demagogia, pura y dura conveniencia ideológica y no un gesto de auténtica humanidad. La paradoja y también lo curioso de este suceso es que el martirologio de Orlando Zapata y la huelga de Fariñas, al convertirse en un recurso de lucha, al mismo tiempo es coherente con la tradición martirológica insular que tanto ha utilizado la élite Castrista durante todos estos años en el poder, alimentando así el mito de la muerte necesaria, del sacrificio como gesto glorioso y redentor. El propio Himno Nacional dice que “morir por la patria es vivir”… fíjate hasta donde ha llegado la ceguera y la contradicción de ese gobierno. Toda su miseria es proporcional a la grandeza de estos dos ciudadanos, de los presos de conciencia, de las Damas de Blanco y de todos los que deseamos una Cuba inclusiva y plural. Mientras más esfuerzo invierte el régimen y su propaganda en denigrar a Orlando Zapata, en deslegitimar a Fariñas y la justa causa del resto de presos de conciencia, mientras más voluntad pone en justificar sus propios actos y en acusar la hipocresía de las democracias capitalistas, más mezquino e inhumano se vuelve, más se envilece, más se hunde en su miseria moral, menos creíbles son sus postulados humanitarios y sociales y sobre todo, más se parece a sus “enemigos”. Ojalá y este hecho sea el fin de una falsificación histórica, el fin de un mito libertario que fue vendido al mundo como alternativa al capitalismo. Sospecho que la muerte de Orlando Zapata cierra dramáticamente ese capítulo.
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