Manuel Pereira (Cuba, 1948), periodista, narrador y poeta afincado en México. Su razones fueron publicadas bajo el título "La isla enlutada".

Cuba vuelve a ser noticia. La novedad no es que desapareció la libreta de abastecimiento y aumentaron los niveles de consumo, ni que se han fundado otros partidos aparte del único permitido, ni que existen medios de prensa al margen de los oficiales, ni que se han suprimido las trabas para entrar y salir del país sin tener que pedir permiso al gobierno, ni pagarle peaje.
Lamentablemente la noticia no es que ahora los médicos ganan más de veinte dólares mensuales, no es que más de dos millones de exiliados pueden regresar a la patria, no es que los campesinos producen más porque ya no están sometidos a la estúpida economía centralizada, no es que cubanos y turistas se codean en igualdad de condiciones en hoteles, playas, hospitales, tiendas, restaurantes...
La noticia es que hay un muerto y que aumenta la represión contra la sociedad civil. La noticia es la vulgaridad movilizada contra personas desarmadas y pacíficas...
¿Cómo es posible que un gobierno -autoproclamado el más humanista o perfecto del mundo- organice estos espectáculos de turbas vociferantes contra una sola persona o contra mujeres que desfilan con flores?
Si en Cuba hubiera un mínimo de democracia, cualquier asunto público podría discutirse civilizadamente en los espacios adecuados para ello. Pero a falta de eso, todo se reduce a gritos, golpes, injurias, chusmería y consignas tan gastadas como huecas.
Los argumentos del gobierno carecen de fuerza, por eso recurre al argumento de la fuerza. Es el retorno a la barbarie, lo cual confirma que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Hace poco un viejo amigo, el periodista independiente Reinaldo Escobar y su valiente esposa, la bloguera Yoani Sánchez, fueron víctimas de acosos, abusos, amenazas y atropellos a plena luz del día en las calles habaneras.
Estas muchedumbres manipuladas por el gobierno para acorralar, golpear y amedrentar a los opositores ya tuvieron lugar en 1980, cuando se produjo el éxodo por el puerto cubano de Mariel. Pero entonces no existían Internet, ni los celulares con cámaras, ni había tantos turistas en la Habana captando imágenes. La situación ha cambiado considerablemente, ahora es más fácil enterarse en detalle de lo que ocurre en la isla.
La verdad empieza a abrirse paso -lenta pero inexorablemente- gracias a las últimas revoluciones tecnológicas, que son las únicas que valen la pena. Las demás (incluyendo la revolución francesa) no pasan de ser inútiles charcos de sangre.
Internet ha sido el milagro tecnológico de las postrimerías del siglo pasado. Contribuye a frenar las arbitrariedades de los gobernantes que abusan de su poderío. No es casual que algunos gobiernos le teman tanto a la Red... y no sólo en China, en Cuba o en Irán.
Después del acoso a los blogueros insulares, murió encarcelado Orlando Zapata Tamayo tras 85 días en huelga de hambre. La sombra del cadáver de ese albañil ha ido creciendo y creciendo hasta cubrir casi todo el planeta.
En su infinita soberbia, la aristocracia “revolucionaria” entronizada en el poder hace medio siglo, no quiso reconocerle a Zapata su condición de prisionero de conciencia y lo mezcló con delincuentes comunes, tampoco quisieron oír sus denuncias por los maltratos de los carceleros contra otros reclusos.
Estos lutos políticos en Cuba vienen de 1959, cuando fusilaron al capitán Sosa Blanco y a otros miembros de la dictadura batistiana. La revolución triunfante argumentó que eran esbirros y torturadores. Aun así, ¿era necesario matarlos? ¿Acaso no bastaba con cadenas perpetuas?
En la primera mitad de los sesenta más opositores fueron llevados al paredón, pero esos fusilamientos no se divulgaron, ni dentro ni fuera de la isla, seguramente para acallar las voces de protesta que empezaban a alzarse en el extranjero.
Pasaron décadas de aparente calma hasta que en 1989 el gobierno volvió a dar un escarmiento público fusilando nada menos que a un “héroe de la revolución”, el General Ochoa, y tres altos oficiales. Fueron sentenciados ante las cámaras de televisión en una parodia de juicio, otro circo romano parecido al de Sosa Blanco.
Esta vez el régimen no podía acusar a los militares fidelistas de ser “sicarios batistianos”, así que sus jueces alegaron que eran narcotraficantes. La revolución devoraba, por primera vez en público, a sus propios hijos.
En 2003 continuó el reguero de muertos cuando fusilaron a Lorenzo Enrique Copeyo Castillo, Bárbaro Leodán Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac simplemente por secuestrar una embarcación rumbo a Miami sin provocar ni un solo rasguño entre los pasajeros. En realidad no eran más que tres chivos expiatorios ejemplarizantes para desalentar a quienes quisieran escapar de la isla por medios “ilegales”.
La revolución -que en algunos aspectos sociales se estrenó con obras admirables- volvía a mostrar su rostro más siniestro imponiendo penas desproporcionadas comparadas con el delito juzgado.
Tras la muerte del albañil Zapata, otros presos y disidentes han anunciado que seguirán su ejemplo haciendo huelgas de hambre. El más famoso es Guillermo Fariñas, un psicólogo y periodista independiente a punto de morir reclamando derechos humanos.
Mientras escribo estas líneas las Damas de Blanco -una treintena de esposas, madres y familiares de prisioneros de conciencia- desfilan una y otra vez pacíficamente por las calles habaneras pese a ser atropelladas por turbas azuzadas por el gobierno. Llevan siete años manifestándose a favor de la libertad de sus seres queridos sentenciados a largas condenas por el simple delito de no opinar como el gobierno.
Como era de esperarse, las autoridades cubanas dicen ahora que Zapata era un “delincuente común que adoptó un perfil político”. Aparte de que el muerto no puede defenderse, y aun suponiendo que fuera verdad, ¿no fue también un delincuente Malcolm X, quien se convirtió en líder político en la cárcel? ¿Y qué decir de la política sudafricana Winnie Mandela? La lista de ejemplos podría prolongarse.
Desde el Más Allá, la sombra del albañil Zapata responde con aquella frase de Gandhi: “tendrán mi cadáver, pero no mi obediencia”.

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Publicado en la revista mexicana Día Siete (del periódico EL UNIVERSAL) el 4 de abril de 2010.

por la libertad de los presos políticos cubanos
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3 Comentarios:

  1. Anónimo dijo...

    loado en todo su mensaje. el final: inesperado... desde ese ¨ mas allá ¨ que parece perdido.

  2. Lori dijo...

    "no hay peor ciego que el que no quiere ver" así que quien no quiera firmar después de mostradas estas razones para hacerlo y muchas más que se quedan en el tintero, es que quiere ser un cómplice pasivo, silente. Es mi opinión.

  3. Anónimo dijo...

    Video denuncia por la negacion a viajar de Yoani Sanchez

    http://www.tvcubana.tv/index.php?page=videos&section=view&vid_id=120195