Por Miguel Iturría

Desde fines de febrero, cuando la prensa, algunos gobiernos y diversas instituciones y personalidades del mundo censuraron al régimen cubano por la muerte de Orlando Zapata Tamayo y otras violaciones de los derechos humanos, los gobernantes insulares, en vez de resolver el problema, percibieron las críticas como una conspiración internacional y replicaron con una campaña mediática que desinforma y manipula a los ciudadanos del país, a los cuales convocan a defender la sinrazón.

Acostumbrados a campar por sus respetos y programar campañas económicas, políticas y publicitarias de todo tipo, los ideólogos del castrismo vuelven a parapetarse en la mentira y usan los medios masivos de comunicación para lanzar cortinas de humo mientras pasa el temporal. Incapaces de entender la realidad, enfrentan nuevos problemas con viejos métodos.

El 2010 comenzó con la campaña ideológica sobre el desastre de Haití, la cual exagera la contribución cubana y minimiza la ofrecida por naciones desarrolladas. Entre enero y abril los medios informativos alternaron la catástrofe vecina con la cruzada electoral en las circunscripciones del país, proceso excluyente y legitimador. Hubo además, titulares de odio contra los Estados Unidos, Israel y Europa, y píldoras doradas sobre aliados como Brasil, China y Venezuela, sin descuidar la apología del “maravilloso sistema de salud cubano”.

Entre tantas campañas se escamotea a los cubanos el acceso a la información, la libre expresión de sus anhelos, el derecho a vivir al margen del estado y otras libertades que alimentan el alma y el cuerpo. Detrás del llamado a vociferar contra las naciones que denuncian el atropello de un gobierno ineficaz y represivo, se esconde el desprecio por la nación que dirigen como un campamento militar, y la voluntad de continuar ejerciendo el monopolio político, económico y cultural.

El que acusa se excusa y encubre sus desmanes. La maquinaria de desinformación del castrismo vuelve a engrasar sus viejos argumentos para actuar impunemente. Reiterar las “consignas revolucionarias”, descalificar a quienes expresan otros puntos de vistas y satanizar a los opositores pacíficos, equivale a corear el adoctrinamiento mediático que asegura la simulación y el oportunismo, ineludibles para mover a las masas como zombis tras el discurso oficial.

La contraofensiva ideológica ante las denuncias internacionales renueva las trincheras de miedo que conducen al silencio. La represión marcha paralela a las calumnias. Se llega al extremo de golpear en la vía pública a mujeres indefensas, lo cual desmoraliza a las autoridades, huérfanas de argumentos para continuar en el poder.

Si nadie puede disentir y toda acción ciudadana parte de una conspiración internacional, es hora de que los sabios del gobierno resuelvan los problemas creados en medio siglo de slogans, tareas y alianzas fallidas. Gobernar no es prohibir, excomulgar y fabricar campañas de odios. Es apegarse a la realidad y buscar alternativas. Pudieran comenzar por liberar a los presos políticos e institucionalizar a la oposición.

por la libertad de los presos políticos cubanos
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2 Comentarios:

  1. Anónimo dijo...

    Pudieran comenzar por liberar a los presos políticos e institucionalizar a la oposición... muy bien; pero desde aquí, desde el exilio ¿cómo lo vas a hacer?

  2. Anónimo dijo...

    Pudieran comenzar por liberar a los presos políticos e institucionalizar a la oposición.-- bien, pero aquí, desde el exilio....¿cómo lo vas a hacer?