César González-Calero

La denominada "solución cubana" parece imponerse en la isla. Preocupado por la reacción internacional que provocó la muerte del disidente Orlando Zapata en febrero, el régimen de Raúl Castro ha decidido cambiar de estrategia, iniciar un inédito proceso de diálogo con la Iglesia Católica y abrir algo la mano en su cuestionada política de derechos humanos. La liberación de un disidente enfermo y el traslado de presos políticos a cárceles próximas a sus lugares de origen han generado expectativas dentro y fuera de Cuba.

Como a los babalaos oficialistas, santeros de patria o muerte, al gobierno cubano casi nunca le fallan las predicciones. Pero nadie es infalible. Ni los sacerdotes yorubas ni los agentes del G-2 (servicios secretos) llegaron siquiera a imaginar que la muerte de Zapata, tras 85 días en huelga de hambre, fuera a poner al régimen contra las cuerdas. Pero la contundente reacción internacional a esa muerte obligó a Raúl Castro a abrir un proceso de diálogo con la Iglesia Católica para mejorar la situación de los presos cubanos.

Ese proceso de diálogo, iniciado hace casi un mes entre el gobierno y el cardenal Jaime Ortega, ha dado ya algunos frutos impensables hace unos meses, cuando el propio Castro se mostró impasible ante la muerte de Zapata. Además del traslado de prisión de doce presos, el régimen concedió una "licencia extrapenal" por motivos de salud (la fórmula aplicada por La Habana para liberar a presos de conciencia) a Ariel Sigler, por lo que rebajó a 52 el número de presos del denominado Grupo de los 75.

La Iglesia Católica no tardó en saludar los gestos del régimen. "Se continúa dentro de un proceso que no sabemos exactamente con qué plazos se regula, pero no cabe duda de que los signos que se están viendo, todavía incompletos, son alentadores", comentó ayer en La Habana José Félix Pérez, secretario de la Confederación Episcopal cubana.

El régimen suele ser inmune a las presiones externas. Ni Washington ni Bruselas han logrado nunca arrancar a la fuerza una concesión al gobierno cubano. La muerte de Zapata, sin embargo, supuso un punto de inflexión para el régimen. Como ocurrió tras la "primavera negra" de 2003, intelectuales de izquierda europeos y latinoamericanos alzaron de nuevo su voz contra los Castro. La situación de la isla es ahora mucho más dramática que hace siete años. Ya no está Fidel en el poder para aplacar las críticas con sus artes de prestidigitador ideológico, y Raúl Castro tiene ante sí una compleja tarea: no gestiona la transición, como cabría esperar; simplemente, administra una parálisis política.

El gobierno cubano ve también con inquietud el malestar que se vive en la isla debido a la angustiosa crisis económica y a la ausencia de expectativas de cambio, un desasosiego que los cubanos exteriorizan cada día más. A Raúl Castro le quedaban pocas opciones para retomar la iniciativa política. Una de ellas era otorgar a la hasta ahora silenciosa Iglesia Católica cubana el papel de interlocutor válido con el gobierno para hablar sobre la situación de los cerca de 200 presos políticos que hay en la isla. Así, la "solución cubana" fue tomando cuerpo en un proceso que, según los obispos, será "largo y complejo".

Con esa estrategia de gestos con cuentagotas y diálogo "entre cubanos", Raúl no sólo gana iniciativa política sin dar muestras de debilidad. Al mismo tiempo, envía mensajes positivos al exterior en el momento más conveniente. Mañana llega a Cuba un alto representante del Vaticano, Dominique Mamberti, secretario de Relaciones con los Estados, para presidir la Semana Social Católica, cuya visita, sin duda, contribuirá a agilizar el proceso de diálogo. Además, la Unión Europea revisa hoy su denominada "posición común" sobre Cuba. Y aunque no se esperan cambios en esa política (mínimo nivel de diálogo hasta que La Habana mejore su política de derechos humanos), Bruselas abriría un proceso de reflexión sobre sus relaciones con la isla.

Fuente: La Nación, Argentina

por la libertad de los presos políticos cubanos
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