Antonio Sánchez García

La vida no vale nada
Si no es para perecer
Porque otros puedan tener
Lo que uno disfruta y ama.

Pablo Milanés

Estremecido estará nuestro querido amigo Pablo Milanés al ver que un cubano que se hizo hombre escuchando su maravillosa canción, la haya convertido en carne de su carne y hueso de sus huesos decidiendo ofrendar su vida para que otros puedan tener lo que ni él ni ningún auténtico cubano desde hace medio siglo tiene y disfruta: la libertad, la dignidad, el honor. Pues decidir a plena conciencia ofrendar su vida por la libertad de Cuba es asumir el más honroso y el más heroico de los compromisos: dar la vida por el más grande de los ideales. ¿Qué tienen que decir frente a un gesto tan martiano, tan digno de las mejores tradiciones de la vieja y olvidada rebeldía cubana aquellos que se han llenado la boca con palabras tan sagradas como libertad y revolución, humanidad y decencia y llevan cincuenta años oprimiendo, vejando, ofendiendo y humillando, incluso asesinando a sus semejantes? ¿Qué tienen que decir Fidel y Raúl Castro, que un día fueran el símbolo de nuestras esperanzas y hoy son el ajado, el ultrajado, el horrendo rostro de una dictadura que lleva más de medio siglo oprimiendo a sus semejantes?
La revolución cubana hace ya muchos años que dejó de serlo, para que su vacío pasara a ser ocupado por una dictadura estalinista de nuevo cuño, tan policiaca y represora como todas las revoluciones marxistas. ¿Quién no compartió sus ideales? ¿Cuánto no dimos los latinoamericanos para ir en su auxilio y respaldarla espiritual y materialmente? Pocos tuvimos la capacidad y el coraje de comprenderlo a pocos años de su victoria, como lo hicieran Vargas Llosa o Carlos Fuentes. Nadie o casi nadie de abrir los ojos a los pocos meses de la entrada a La Habana de Fidel Castro y el Ché Guevara, como lo hiciera Hubert Matos, perfectamente consciente de la traición de los Castro a la revolución democrática, torciéndola por una dictadura marxista leninista que impusieran a sangre y fuego. Los ha habido que incluso hoy siguen aferrados al cuerpo agonizante de Fidel Castro y al siniestro y militarizado esperpento de su gobierno, negándose a denunciar el horror de su dictadura, como Gabriel García Márquez, a quien el Nobel le permite ocultar la ignominia de su servil respaldo.
Se trata de cumplir la revolución nacional y democrática por la que tantos cubanos dieron su sangre en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista y retomarla desde sus orígenes, sin por ello echar por la borda aquello que en cincuenta años de tiranía haya podido construirse a favor de los sectores más desfavorecidos de su población.
Pero ya somos millones los que un día no tan lejano respaldáramos a lo que creíamos seguía siendo una revolución humanista y hemos abierto los ojos ante la barbarie que representa. Ya somos una inmensa mayoría los que condenamos los graves abusos a los derechos humanos que comete, exigimos la libertad de sus presos políticos y soñamos con que a cincuenta años de distancia se cumpla el anhelo originario de la revolución en que tanto creyéramos: libertar verdadera y realmente a los cubanos de la opresión y la injusticia. Somos una inmensa mayoría los que no sólo exigimos liberar a los encarcelados por razones de conciencia sino que exigimos que Cuba se abra por fin a la democracia y permita que los cubanos decidan su destino sin milicias, espías ni policías cautelando sus conciencias.

Por lo tanto, y llegamos así a lo esencial: no se trata tan solo de “cambiar muchas cosas”, como ha dicho Silvio, pero dentro del sistema. Sin modificarlo en su esencia. No se trata de cambiar algo o mucho para que todo siga igual. No se trata de un maquillaje gatopardiano para seguir oxigenando la represión y la tortura tras el pretexto de la revolución socialista, parapeto tras el que se han escudado cincuenta años de dictadura unipersonal y autocrática. Se trata de ponerle fin a un régimen dictatorial, opresor y tiránico, permitiendo que el pueblo se libere de sus cadenas y escoja su futuro.

Se trata de cumplir la revolución nacional y democrática por la que tantos cubanos dieron su sangre en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista y retomarla desde sus orígenes, sin por ello echar por la borda aquello que en cincuenta años de tiranía haya podido construirse a favor de los sectores más desfavorecidos de su población.

¿Una utopía imposible? ¿Un sueño irrealizable? De esos sueños incumplidos está construida la historia. Llegó la hora de cumplirlos en Cuba.

por la libertad de los presos políticos cubanos
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1 Comentario:

  1. Timoteo dijo...

    El primero y principal de los derechos humanos es el derecho a LA VIDA.

    El derecho a la vida y a la vida digna.

    Y el derecho a la vida digna implica el de LA LIBERTAD (que no sabe de libertinajes).

    Y el derecho a la vida digna y libre se sustenta en LA DIGNIDAD.

    Y LA DIGNIDAD es sólo esto:

    RESPETO a todos los demás y a la conciencia correcta.