Hugo Saguier Guanes pide en un artículo al presidente paraguayo, el ex obispo Fernando Lugo, que deje las ambivalencias a un lado e interceda ante el gobierno cubano para evitar la muete de Guillermo Fariñas, en huelga de hambre desde el 24 de febrero para reclamar la excarcelación de 26 presos políticos cubanos gravemente enfermos. Fariñas pidió ayuda a Lugo hace varios. El presidente paraguayo ha dicho que está dispuesto a mediar, pero de momento no han trascendido acciones concretas, salvo la emanada del vicepresidente de la República de Paraguay, quien envió una carta a su homólogo Machado Ventura instándolo a "su más diligente e inmediata intervención humanitaria con el objeto de salvar la vida" al opositor pacífico.
Al señor Presidente de la República le encanta recordar y recitar versículos bíblicos para adornar sus arengas y proclamas, tratando de mistificar sus mensajes políticos, destinados a estimular a sus partidarios.
Esta es, señor Presidente, la gran oportunidad para que usted pueda practicar lo que ha predicado toda su vida durante su cuestionado ministerio espiritual en el Paraguay, optando por seguir los mandatos de la conciencia, por encima de las presiones de los grupos políticos que están en contra de que usted abogue por el disidente político cubano Fariñas.
Es urgente, señor Presidente, que usted supere sus ambivalencias y sinuosidades diplomáticas y adopte una posición de hombre digno y valiente y demuestre que, aunque no respeta los compromisos asumidos con Dios, sí lo puede hacer con el prójimo desvalido e inerme que requiere su ayuda, en el que el auténtico cristianismo pone tanto empeño de liberar a los seres humanos de las fuertes cadenas de las estructuras tiránicas que lo oprimen.
Y no ponga como pretexto para ganar tiempo el pedido de informes que usted ha hecho a la Embajada cubana, porque el tiempo corre en su contra y llegado el momento fatal usted podría aparecer como cómplice pasivo de un crimen injustificable, dejando peor parada la ya muy deteriorada imagen del Paraguay como nación civilizada, comprometiendo también a toda la Iglesia católica a la cual usted perteneció por mucho tiempo, incursionando dentro de ella en política para llegar a ser lo que es, Presidente de la República.
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¡LOS HIPÓCRITAS NO HEREDARAN EL REINO DE DIOS!
La Comunidad Internacional, no puede hacerse ajena a las arbitrariedades de gobiernos que desprecian y odian los derechos del hombre a disentir o de tener y expresar opinión personal. Las Naciones, con esas actitudes cobardes, ya han hecho mucho daño a sus congéneres del mundo, permitiendo por sus indolencias, genocidios increíbles como sucedió en La Segunda Guerra Mundial, en la masacre de la plaza de tian'anmen de 1989 y, en caso más reciente en el Tíbet, por el mismo Gobierno Chino. Tampoco, se puede permitir regímenes de apartheid, que excluyan de su participación nacional a miembros del pueblo, por el color de su piel. Lo que han hecho, los que han usurpado a los cubanos todos sus derechos, no puede quedar sin repudiarse. Y mucho menos, cuando se han ensañado en mayor proporción con su población negra, a los cuales anteriormente, habían usado, para atraerse un respeto inmerecido, de los pueblos del mundo. Porque no pudieron o no quisieron darse cuenta, del doble juego que usaron estos malvados, disfrazados de humanitarios e igualitarios. ¡Mentira! Para Fidel Castro, al igual que para su hermano, los negros cubanos no son más que una caterva de estúpidos y tontos, que les sirvieron para lograr sus fines y que ahora les estorban, porque ya no se someten a su farsa y por eso, prefieren que se mueran.
El llamado, principio de no intervención, en los asuntos internos de otros países, es un concepto retrogrado, cobarde e hipócrita; que le permite a las conciencias mercantiles de ciertos políticos, justificar a sus gobiernos, por su falta de compromiso para con la humanidad. Y les permite, piensan ellos, esconder sus dobleces morales, condonadas por sus retoricas falaces y demagógicas, que les permiten el uso de ciertas teorías usureras, con las que tratan de justificarse, apelando al concepto de la objetividad política. Esta farsa politiquera, borra el compromiso de solidaridad de los pueblos, que no tienen por qué tapar su bondad, para con otros congéneres en desgracia, porque ese no es el sentimiento de los pueblos, más bien, el de ciertos gobernantes. Detrás del discurso de estos ventajistas y aprovechados gobiernos rapaces y por lo tanto depredadores de otras naciones, está la diplomacia del filibusterismo disfrazándose. Háblese, de algunos países del Caribe y de América del sur, sin dejar atrás, al gobierno de España, incluyendo a su Gobierno Socialista y al mismo Rey. Porque una manera de hacer daño, es contemplar la injusticia y ser indolente ante ella y, aunque El Rey no gobierna, su opinión y comentario tiene peso que siempre debe ser usado a favor de lo justo, sobre todo, si como se espera de Su Majestad, el puede tener un sentido de La Ley Divina. Nicolás