Andrea Alciato había descubierto en su emblema número once una singular forma de representar el silencio. Un hombre en una biblioteca, sentado en una mesa cubierta de folios mira al espectador y con el índice en los labios le exige silencio. Debajo como parte del grabado mismo hay un texto en latín que apela a la prudencia. Es entonces cuando imagen y texto crean un apólogo.
Este ha sido mi emblema favorito, desde un día en el que creí haber descubierto la insuficiencia de la imagen, pero muchas cosas han pasado, y yo que hasta entonces había sospechado de las imágenes y había entendido, como creo lo entendió el creador del emblema, que solo en esa unión de imagen y texto era posible articular una verdad que incluyera una estampa.
Un día muere Orlando Zapata, yo busco su imagen, la encuentro, pero es una fotografía muy pobre, de modo que aunque pude hacerme una idea de aquel rostro, era siempre de una manera abstracta, borrosa. Ese documento fotográfico es además una prueba de identificación, la fotografía aparentemente fue tomada para un carnet de identidad. Al descubrir esto sentí mucha pena porque resulta que esa imagen no es un recuerdo, es simplemente un instrumento de control, una forma de reconocerte, pero policialmente.
Aparentemente Orlando no tenía muchas fotografías; se encuentran en el Internet otras dos, pero también de muy mala resolución. Lo paradójico es que esta imagen que fue tomada con el fin de ejercer control sobre él, es la que de alguna manera se ha convertido en el emblema de su libertad, o mejor dicho, de la Libertad.
Después, decidí hacer “Némesis”, un performance que consiste en proyectar esa misma fotografía sobre las fachadas de los edificios que albergan representantes de la dictadura. Una de las dificultades que encontré fue precisamente la mala calidad de ésta, sobre todo para proyectar a cierta distancia y lograr que se reconociera el rostro Zapata. Creo que de alguna manera y, aunque con cierta dificultad, finalmente se logró.
Hace unos días (inconforme todavía con esa imagen) decidí tomar como referente la foto y tratar de pintar un retrato a partir de esta. No era una tarea fácil porque la referencia carece de detalles, volúmenes, etc., entonces tuve que imaginar muchas cosa sobre aquel rostro. Hoy he terminado el emblema. El retrato es la imagen, Orlando Zapata es su texto.
Todo el que quiera puede usar esta imagen-emblema, es mi regalo a todos los que quieren la Libertad de Cuba.
Geandy Pavón
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Gracias Geandi, por tu regalo, por tu talento. A mí me ha gustado mucho esta foto emblema que has hecho, porque los ojos de Orlando Zapata denotan resolución, fuerza inquebrantable. A cada rato me viene a la mente algunos detalles que sobre él nos contara Reina Luisa, su madre. Según Reina Luisa a Zapata le encantaban los caramelos, cuando él ya estaba próximo a su agonía ella le pidió que comiera algo que le llevaba, su respuesta fue: "ni un caramelo mamá". Se me anuda la garganta imaginando ese instante.Por eso pienso que una huelga como él la llevó es propia de personas de un carácter y principios sólidos. Por otra parte también debió ser una persona solidaria y generosa porque asumió su postura ante el régimen por exigir el respeto y mejoras en las condiciones de vida del resto de sus hermanos presos.Todo un héroe. Yo tuve la suerte de escuchar a esa desesperada madre desde la primera vez que salió su denuncia por la radio. Siempre me angustiaba cada vez que la escuchaba en su dolor. Es indescriptible. Gracias otra vez.
Orlando Zapata Tamayo se parece muchísimo a los retratos- idealizados supongo-del gran cimarrón Zumbi dos Palmares. Estos luchadores de la libertad, los cimarrones de todas las razas,nos hacen mantener la esperanza de que al hombre nunca lo podrán lobotomizar. En ese sentido cumplen una función social muchísimo más importantes que los importantes de este mundo. Hay muchos más políticos que cimarrones por razones obvias: "este coraje que tengo no lo conseguí prestao".